Se acabó lo que se daba. Ya está.
Leer libros hasta las cuatro de la madrugada, salir a correr de la mano del
amanecer y desayunar con tranquilidad mientras se escucha el cantar de los
pájaros por la ventana, esa por la que entra una brisa que huele a casa, que
huele a verano. Se acabaron los helados de
abuela por las tardes, los paseos con mamá a la luz de la luna, las conversaciones
nocturnas y los cereales con leche para cenar. Es hora de despedirse de los
atardeceres en la playa, de los bailes improvisados en la cocina de un
apartamento cualquiera en Levante y de los hits
del verano que dentro de unos años nos harán sentir nostalgia por lo que
vivimos y no viviremos más. Por lo que soñamos y se cumplió. Por lo que fuimos
y no volveremos a ser. Por lo que somos ahora gracias a todo eso. También es el
momento de decirle adiós al norte, a los niños que hicieron que cambiara completamente
mi forma de ver la vida, al amor que no pudo ser, y a la orquesta del pueblo y
su gente pidiendo a gritos una canción más a las siete de la mañana. Sólo una
más. La última.
Es la hora. Los días ya son más
cortos, las noches más largas. Es hora de cambiar la taza de té verde de por
las mañanas por el café con apuntes de por las noches. Es hora de irse. Ya no
queda tiempo para duchas largas los domingos, ni para acabar series a un ritmo
que es de otro planeta, ni para escuchar música tumbada en la cama, mirando al
techo, sin hacer absolutamente nada. Se acabó lo que se daba. Se acabó el hacer
y deshacer maletas, el ir y venir, el tener la habitación horrible y
maravillosamente desordenada y no sentir ni la más mínima pizca de remordimiento
por ello. Ya no habrá más caminos de madera por los que pasear, ni arena fría
que pisar descalza bajo el cielo estrellado, ni más lágrimas de San Lorenzo que
ver tumbada boca arriba en el último trozo de tierra que roza el mar, ni más
Perseidas a las que pedirles deseos; a las que pedirles que ese momento no se
acabe nunca.
Es bonito pararse a reflexionar
sobre el verano. Los diccionarios lo definen como la estación que sucede a la
primavera y que precede al otoño, la más calurosa del año y aquella que comienza
en el solsticio de verano y se extingue en el equinoccio de otoño. Qué
definición tan triste y tan poco justa. El verano es lo que cada uno quiere que
sea. Cada verano que se va me parece el mejor verano de mi vida. Y es que es
cierto. Este ha sido el mejor verano de mi vida.
Pero es el momento. Es justo el
momento en el que tengo que recordarme a mí misma de que el otoño es mi
estación favorita, que en invierno no hace este calor tan sumamente insoportable
y que en primavera se llena la vida de flores. Que tengo la certeza de que
seguiremos bailando en una cocina como si nadie nos estuviese mirando, que me
da igual si es en Madrid o en Levante. Que los paseos por la playa son
increíbles, pero que Madrid está a la altura de cualquier lugar. Vaya si lo
está. Que las estrellas no migran a un sitio más cálido, que ellas aguantan el
frío como nadie para que podamos seguir mirándolas y seguir pidiendo deseos
cada vez que deciden fugar. Que por mi ventana se ve amanecer y que así
madrugar es mucho más bonito. Que puedo seguir disfrutando de los atardeceres,
que son iguales de increíbles entre folios y personas a las que quiero. Que sí,
que me gusta más el té que el café, y me gusta más perderme entre las nubes que
entre apuntes de literatura, pero que siempre hay risas entre página y página
que hacen que todo merezca la pena. Y que siempre puedo quedarme despierta a
disfrutar de un libro, que no importa si al día siguiente me muero de sueño.
Verano, has sido un sueño bien
cierto. Pero una vez leí que crecer es aprender a despedirse. Y yo he crecido
contigo, mucho. Por eso es hora de decirte adiós. No te preocupes, no te voy a
olvidar; es imposible olvidar aquello que una vez te hizo feliz. Se acabó lo
que se daba. Ya está. Que lo mejor no ha acabado, ni tampoco está por llegar
porque está pasando; pero tengo la suerte de saber que lo que viene será igual
de mágico de lo que tú has sido. Y como dice Dani Martín: «que
Septiembre no nos quite la ilusión jamás».
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